El Diente de León –Taraxacum officinaleis– es una planta silvestre, bien conocida por casi todos, y también llamada amargón por su sabor amargo. Puede hallarse en casi todas partes: en praderas, terrenos abandonados o en los bordes de los caminos.
Aunque hay variedades cultivables, lo cierto es que resulta verdaderamente fácil hacerse con él siempre que lo requiramos para aliñar ensaladas o como planta medicinal. En su composición se hallan varios principios amargos e inulina, y es muy rico en potasio.
Entre sus propiedades terapéuticas destacan sus virtudes como diurético, desintoxicante y tónico amargo, siendo usado como aperitivo y purificador de la sangre. Actúa como colagogo, estimulando las contracciones de la vesícula biliar, activando la expulsión de la bilis y previniendo los cálculos biliares. Principalmente se usan las hojas crudas y frescas en ensaladas, aunque también podemos añadir las hojas a los cocidos o hacer decocciones depurativas con 60g. de raíces y hojas, por litro de agua.
Descripción:
Esta planta perenne con raíz primaria larga y roseta basal, suele alcanzar 40 cm de altura. Tiene hojas alternas lanceoladas con una nervadura central, sin peciolo diferenciado, pinnatipartidas con lóbulos en forma triangular de márgenes dentados y agudos, a veces presenta microvellosidades. El tallo permanece siempre en un estado extremadamente acortado, es por esto que se denominan plantas acaules. Además son capaces de producir un entrenudo alargado con una inflorescencia, denominado escapo. Pedúnculos de la inflorescencia huecos, que al romperse emanan un jugo lechoso amargo. Flores hermafroditas de un color amarillo dorado que la hacen fácilmente identificable. Corola en lígulas terminada en cinco pequeños dientes, florece en primavera a hasta fines de verano. El fruto es un “aquenio” (cipsela) con largo pico y vilano.
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